Puede ser que los ritmos calmos de la imaginación se vuelven
en pacíficas notas que nos atraviesa con su lanza de plumas verdes. Así empiezo
con esta indiscutible artista llamada “Enya”. Ya son muchos años. Recuerdo
aquel primer vinilo donde su tono me absorbía en aquello que buscaba, que me satisficiera.
El canto al mundo de los sueños diría
yo, el canto a la esperanza de que aún se puede crecer y crecer en medio de tanto
absurdo. No sé como describir su música, alegre y nostálgica a la vez. No sé,
una sombra que se mueve bajo la defensa de lo que es hoy esta atmósfera, es
divergente a la sintonía de los humanos ante la agresividad sanguinolenta. Un
canto de paz que nos envuelve en la cima de la ensoñación, del volar en la
huída de esta vida. A veces las palabras no valen, solo como he dicho en otros
textos la identificación de cada uno. Su perfecta melodía evoca paisajes
idílicos mecidos por veleros en la gruta de lo bello, de lo infinito.
Absolutamente exquisita, afincada en el puede ser un mundo mejor.
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