..”Tierras lejanas donde se mezcla
las tinieblas y la pólvora en los rostros. El cielo se dibuja cenizo, el astro
rey solo alumbra tragedias. Solo el rojizo de unas ciénagas donde los cuerpos
ambulan entre amputaciones, demacraciones, atormentados salvajemente para el
resto de sus vidas. Ahí se encuentra un niño combatiente…”(la insonoridad del vástago)
Por qué tanta violencia, tanta
agresividad negativa hacia el resto de los humanos. Medito, me inmiscuyo en
esas mentes malévolas y solo hallo la educación desde el vientre que los
expulso a la luz de este globo. De
pequeñitos tirando odios, venganzas que elabora en sus pilares una descomunal
matanza en aquellos otros que han nacido libres, muy libres…sin el acopio
exagerado de sus fuerzas destinadas a sembrar la sangre, la muerte. Todo
comienza con ese pasado de antaño que nos van sembrando pizco a pizco metrallas
sobre nuestra lengua. Y digo, que carajo de Dios es el que en sus axiomas, en
sus leyes, en sus escritos a inclinado al hombre a matar por matar. Hay algo
mal, radicales creyentes que esta lucha aberrante conduce a la salvación. No,
no están idos, locos. Trajeados de mentes abyectas se arriman a una venganza sin límites,
infinita. Escondidos bajo un hábito de doble, triple, cuádruple personalidad penetran
en la carne, la carne de todos, esparciéndolas bajo las lunas de la
desesperanza, de los llantos. De alguna
manera nos perdemos, estamos perdidos bajo las inclemencias de esta tempestad
de balas.