“…Descubrí esas tinieblas y sombras que el
hombre no nombra. Una caravana de almas encadenadas madre. Cuerpos que caen, un
látigo que no cesa. ¡Qué terror siento ahora mismo madre¡ Que impotente somos
cuando descubrimos estos hechos y este profanamiento de la libertad. Si tú los vieras como yo los vi: robles
doblados con grilletes en sus piernas, débiles e indefenso en el espanto y
cansancio que presentaban sus miradas…”( LAS MAREAS DEL AYER)
No cabe duda, en pleno siglo XXI la esclavitud existe
todavía. Pero qué carajo de manía tenemos la de vender, la de atrapar lo que
nos perteneces. Cuerpos cansados danzando en la pena, en la penuria, en el
repudio de unos hombres-mujeres que los apresa. Sus almas andan en el castigo asfixiante
de la nada. No se dan cuenta, el dinero
es lo que cuenta. Hay muchos tipos de esclavitud, de niños, de mujeres, de
hombres para regocijo de los más pudientes ¡No¡ No lo entiendo, vamos a la
deriva en estas circunstancias crueles, aberrante. No hemos crecido, la inmadurez brota en unos
ojos que solo ven un cuerpo para su uso, para su abuso, para su beneficio, para
su satisfacción. Y el mundo sigue
andando, andando sin piernas, recogidas en una enfermedad incurable, la del
poder. Le dan igual las lágrimas inexpresables en el surcar de los días, en la
impotencia carcomiendo sus espíritus que nacieron libres como es lo normal. Un
pedazo de mundo incompresible, contenido en el miedo de estos niños, de estos hombres-mujeres en el pasar
de los años, que ya son demasiado para soportar, para aguantar estás ideas
erróneas. No sé a dónde iremos a parar pero solo hace falta mirar los ojos de
aquel que se halla ante ti para entender que nadie es más ni menos.