Invierno, la primera nevada y única es sonoridad de estas
islas del atlántico. Un océano donde lo real se vuelve mágico en ronronear
desastrado violín. Suena. Denso latigazo a ras de unas manos dolidas. La misma tonada durante el paso del tiempo
¿existe acaso? Solo la noche y el día rondando a nuestras espaldas. Invierno. Sábanas
blancas tendidas sobre un monte; frío, esquelético, callado. Me revuelvo en mi
mirada y la ausencia hace eco de un mañana distinto, tal vez insípido quizás
feliz. No sé, lo cotidiano se vuelve avaro, agrestes dedos enraizados en
cuerdas del saber. Rápido…rápido , el frescor de un nuevo nacimiento nos
impulsa por despatarrados barrancos en un andar hacia abajo ¡El atlántico¡ Nos
observamos perdiendo la noción del tiempo ¿existe acaso? Es el todo o es la
nada…dudo…me condiciono a su lejano latido y sombreo cada huella blanca…muy
blanca en la caída de la tarde espantando la mordedura infernal del desgaste,
del agotamiento afincándome bajo la lluvia azul.
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