Viaje a la nada. Así se llama, así se apellida este poemario
que sucumbe en el nacimiento de helados y blancos paisajes más allá de un
horizonte donde la nada es el todo.
Pienso, medito en su autora, mi apreciada Elsa López, en la presentación
que tuvo lugar esta semana en el Domingo Rivero. Sí, el museo Domingo Rivero de
aquel famoso poema yo a mi cuerpo. Somos sentidos que viajamos tras el culto
variopinto de esta pequeña esfera. Cada
ruta nos deleita con una experiencia, un sentimiento que nos ajusta en el
dilatar de la memoria a una visión certera de la vida. Viaje a la nada, no hay palabras
bajo las sombras de auroras boreales que nos visitan cuando nos embarcamos a
una visión distinta a lo acostumbrado. Todo es bello lo que se describe en el
rumbo de las sensaciones. Todo es un coloquio de su autora por las inclemencias
de un hábitat lejos, muy lejos. “…y detrás, la nada. /y después de la nada,
nada./ Solo el silencio que llevamos dentro.”
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