Estamos
rodeados de una cierta marea que baja y sube. Desde el punto de vista de la
escritura y cualquier arte puede ser barrotes en el paso que damos o una
pasarela que nos lleva a otras visiones. Tenemos herencias africanas, americanas,
europea y un sin fin de alianzas que llegan a nuestros puertos lo que permite
enriquecernos, ascender a ese pedestal y mirar el mundo que nos acoge de manera
distinta, pienso. Somos mestizajes de diversas culturas que nos cultiva con el
paso del tiempo. No somos simples pedazos de tierra en medio del atlántico. Yo
diría más bien observadores de todo lo que cursa más allá de las islas. Somos
pequeñitos, encogidos en el sentido del cosmos que se rinde a nuestra mirada
cuando vaga la noche. Hay artistas o como quiera se llame melancólicos que han
surgido a lo largo de los siglos, otros, enaltecidos por el oleaje rompiente en
sus ojos transparentes. Después están los que sí, que no. Al fin al cabo islas
inmersas en rostros extranjeros, de cualquier procedencia, que nos embellece,
que nos consolida como eco de nuestro silencio expresado en cualquieras de las
facetas artísticas. Miramos al universo como centro de nuestra atención,
tranquilo, pausado. Eso es así, a lo mejor si concurrimos en la península hay
pueblos más aislados de lo que nosotros pensamos. Nosotros como diversidad de
la cultura inclusiva nos manejamos bien aquí en el inagotable océano.
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