“Jasón buscaba, buscaba alguien a quien reconocer con ese miedo aun en
sus huesos. Pero estaba solo, solo y un enjambre de muchachos con mirada de
hielo, de dejadez por la vida. Poco a
poco fue asimilando la situación. Esa situación que lo hacía ser hombre
prematuro, jurando su fidelidad a sus superiores, a sus compañeros de combate.”
El
niño y el viejo
Cierro los ojos e imagino un
mundo sin armas. Sí, es cierto. Lo grotesco de estos siglos ha sido el avance
vertiginoso de estos utensilios que solo sirven para matar, para dañar, para
herir al ser humano y al no humano. Armas y más armas…¿Para qué? Desháganos de
ellas. Destrucción masiva de pueblos, una atmósfera enrarecida afecta a muchas
tierras que surcan este planeta sediento de no sé qué. Mal repartidos estamos,
la injusticia brota por todos los rincones del planeta azul ¿Azul? Yo diría gris,
plomizo, cenizo. La ceguedad nos invade, lenta, muy lentamente criando a
nuestros hijos en el odio a otras ideologías, religiones, etc…¿por qué ser
violentos? No lo entiendo, será el hastío, el cauce de no comprometernos con
nosotros mismo para crecer a la vera de la armonía y el equilibrio. Tendríamos
que mirarnos al espejo uno a uno, observarnos, examinarnos, acariciando cada rincón
de nuestro rostro, de nuestras manos y luego compararlas por aquello que
sentimos odio o sed de venganza. Somos nosotros reflejados en otro hábitat, en
otra cultura que columpia su andar por este globo. Hay que aceptarlo y
respetarlo cualquiera que rija un raciocinio distinto al de nosotros. Pero somos
sordos y crónicos además. Todo esto tiene que cambiar por el bien de la
humanidad, de este mundo.
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