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martes, 14 de junio de 2016

Cierro los ojos...


Jasón buscaba, buscaba alguien a quien reconocer con ese miedo aun en sus huesos. Pero estaba solo, solo y un enjambre de muchachos con mirada de hielo, de dejadez por la vida.  Poco a poco fue asimilando la situación. Esa situación que lo hacía ser hombre prematuro, jurando su fidelidad a sus superiores, a sus compañeros de combate.”
                                                                                                                      El niño y el viejo

Cierro los ojos e imagino un mundo sin armas. Sí, es cierto. Lo grotesco de estos siglos ha sido el avance vertiginoso de estos utensilios que solo sirven para matar, para dañar, para herir al ser humano y al no humano. Armas y más armas…¿Para qué? Desháganos de ellas. Destrucción masiva de pueblos, una atmósfera enrarecida afecta a muchas tierras que surcan este planeta sediento de no sé qué. Mal repartidos estamos, la injusticia brota por todos los rincones del planeta azul ¿Azul? Yo diría gris, plomizo, cenizo. La ceguedad nos invade, lenta, muy lentamente criando a nuestros hijos en el odio a otras ideologías, religiones, etc…¿por qué ser violentos? No lo entiendo, será el hastío, el cauce de no comprometernos con nosotros mismo para crecer a la vera de la armonía y el equilibrio. Tendríamos que mirarnos al espejo uno a uno, observarnos, examinarnos, acariciando cada rincón de nuestro rostro, de nuestras manos y luego compararlas por aquello que sentimos odio o sed de venganza. Somos nosotros reflejados en otro hábitat, en otra cultura que columpia su andar por este globo. Hay que aceptarlo y respetarlo cualquiera que rija un raciocinio distinto al de nosotros. Pero somos sordos y crónicos además. Todo esto tiene que cambiar por el bien de la humanidad, de este mundo. 

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